miércoles, 10 de diciembre de 2025

RECUERDOS O MEMORIA

 


    
    
    
   

PATRIMONIO 1

 ÁNGELES E INSECTOS



    Este cotidiano permanecer de los insectos,

    ¿de dónde tanta luz en las almenas?


    Aún invierno. Aletean, se posan

    en los párpados de las fotografías,

    no protestan frente a la majestad

    luminosa de otro atardecer

    podrido entre las pausas de la nieve.


    Huyen del nido, buscan la lumbre

    del cálido seno para morir.


    Ahora comprendo

    la hermosa fugacidad    

    de los ángeles que me visitan.












martes, 16 de enero de 2024

AÚN NO SE LO HE DICHO A MI JARDÍN

 


Pia Pera nació en Lucca en marzo de 1956 y falleció en la misma ciudad en julio de 2016 a causa de ELA, que le había sido diagnosticada meses antes.
Estudió Filosofía en la Universidad de Turín, enseñó Literatura Rusa en la Universidad de Trento. Durante los últimos años se retiró al campo, en la Toscana, rehabilitó una casa abandonada y convirtió una hectárea y media de campo agreste en un jardín en el  cual las plantas crecían salvajes, desorganizadas, según el capricho de la naturaleza sabiamente trazada por su mano. Cuidó del jardín hasta que pudo hacerlo, durante los últimos meses de su vida con la ayuda de una jardinero y de amigos.
El título del libro es un verso de un poema de Emily Dickinson, el número 50:

    I haven´t told my garden yet-
    lest that should conquer me.
    I haven´t quite the strenght now
    to break it to be.

    Aún no se lo he dicho a mi jardín,
    por miedo a que se apodere de mí.
    Aún no me veo con la fuerza 
    de confesárselo a la abeja.


miércoles, 21 de junio de 2023

GESTIÓN DEL TIEMPO

 Es un comentario repetido estos días, la necesidad de que gestione bien el tiempo que me va a quedar libre, o no, a partir de este verano. La jubilación tiene eso: todos opinan sobre lo que te conviene.

    Haciendo limpieza en el ordenador y en el departamento me he encontrado con mi nefasta gestión del tiempo durante cada curso. Papeles repetidos, archivos por triplicado. Algunas otras joyas también. Cuando empecé a publicar blogs para mis clases no suponía que tendría abiertos cinco blogs, entre personales y didácticos.

    Y otros que ya no existen, porque eran pruebas literarias o de fotos.

Recuerdo las palabras de Marco el día de año nuevo: 

tres propósitos, 

aprender a cocinar

practicar más deporte

escribir poesía 

Lo demás es resta, no patrimonio.

OUI💜




jueves, 14 de mayo de 2020

EL INTERIOR HOLANDÉS

  Enfrente de mí tengo colgado el cartel de una exposición de Vermeer. El interior holandés, se titula. La recuerdo remotamente, como un viaje a Madrid en primavera para visitar museos y galerías, para verlo todo. Comer y beber. Caminar por las calles conocidas del centro. Verlo todo, beberlo todo. Asimilar la vida a grandes tragos.
  Ahora habito el interior holandés. La imagen de la dama que se inclina con un jarro o cualquier otro objeto doméstico, entorna la ventana, se recoge la falda. Nunca mira al observador- espectador.
  Está en su interior. Aguarda.
  
  Nos encontramos en la fase 0 del confinamiento. Pleno interior holandés. También recuerdo el viaje que hicimos a Ámsterdam. Apenas vimos Vermeer, Van Gogh, Rembrandt. No vimos nada, excepto barcazas por los canales y muchos bares y restaurantes.
  Prometo Habitar Plenamente Mi Interior Holandés.
  Mi Interior Alemán.
  Mi Interior Francés.
  Mi Interior Italiano.
  Habitar el interior y el exterior que nos ofrezca el mundo.



domingo, 19 de enero de 2020

EL FRÍO

EL FRÍO

A las diez de la mañana ha llegado una mujer y su entrada produce un ruido diferente en la sala, un temblor en el aire silencioso y opaco. Deja la bolsa sobre la mesa de los desayunos y comienza a sacar las bolsitas de té y las galletas. Hoy, además y como novedad, saca unas madalenas que llevan incrustadas lo que parecen bolitas de chocolate. Coloca los zumos y las botellas de agua perfectamente alineados al fondo de la mesa. Es lo que más se consume, según he podido observar en el tiempo que mi padre y yo llevamos viniendo aquí. La mujer se marcha como ha venido, con una sonrisa nos dice a todos: Buenos días, hasta mañana. Entra el sol por los ventanales. La televisión permanece encendida, apenas con volumen. Las imágenes se suceden según los colores conocidos de ciudades, tráfico, sucedidos, economía. Nadie parece hacer mucho caso al programa matutino. Es todavía temprano para comer nada: tostadas mojadas en té, beber un refresco que alivie la boca reseca. Algunos todavía están adormilados, después del viaje en coche o autobús desde el pueblo quizá, tras pasar una noche de insomnio imaginando cómo sería estar aquí por primera vez, temiendo durante minutos eternos el sonido de crujidos y martillos de las máquinas que aguardan dentro. La mayoría han venido con un acompañante, solo unos pocos se sientan solos y evitan el contacto visual con los demás. La soledad es doblemente dolorosa en esta sala. Nadie les ve marchar cuando pronuncian su nombre.
Permanezco sentada en una de las sillas laterales arrimada a la pared, hago como que leo el libro que he traído. Es un libro de cocina. A mi padre le ha gustado siempre cocinar. Luego, en el viaje de regreso le explicaré con detalle las recetas que he leído, le describiré cada una de las elaboraciones de los platos, su color y disposición. En fin, simulo que no existo para ellos, porque soy diferente. Solo estoy aquí para permanecer al lado de mi padre y verlo entrar y regresar después, con el frío bajo la piel. Para rescatarlo al final de cada mañana, hasta el día siguiente.
El frío, dicen, se asemeja en su tacto a una llaga bajo la piel. Cada día se extiende un poco más por el cuerpo, a lo largo y ancho de las extremidades. Ni siquiera la luz del sol puede atemperar este frío venenoso que permanece durante mucho tiempo en el recuerdo de aquellos que lo intentan describir.
La mujer del pañuelo azul se levanta despacio y se dirige a la mesa de los desayunos. Coge una botella de agua, le cuesta mucho esfuerzo hacer girar el tapón para beber. Ha venido sola y percibo su mirada suplicante desde el fondo de la sala. Yo la ayudo, señora. Me indica con un gesto que le acerque una de las madalenas con pepitas de chocolate. Le abro también el envoltorio del dulce y me da las gracias sonriendo. Me acompaña a mi asiento para comer su exigüo desayuno con nosotros. Ante mi sorpresa, se acomoda al lado de mi padre, sentado frente a mí y le ofrece un vaso de agua. Las palabras de la mujer del pañuelo azul crean un raro efecto en la sala, como un eco. Tome, señor, está fresca. Y algunos se vuelven a mirar, sorprendidos de que alguien haya roto al fin este silencio temeroso y casi obsceno.
Vuelven a escucharse palabras. No es el sonido de las conversaciones en una cafetería por la tarde, de una sala de espera en la estación de autobuses, de un colegio a la hora del recreo, del centro comercial de la ciudad donde vivimos. Son palabras que brotan del alma de cada uno desafiando el miedo; al igual que en los anfiteatros romanos se escuchan desde las gradas los diálogos declamados en escena, muy lejos de los espectadores. Es un eco perturbador que se hace oir por encima del sonido de la televisión y de las llamadas de control. Hablan entre sí, mi padre le cuenta a la mujer del pañuelo azul que él, en su día, horneó unas madalenas de frutas y chocolate que obtuvieron críticas muy favorables en unas cuantas revistas de cocina. De eso hace ya muchos años. La mujer lo mira y asiente, sonríe mientras come su madalena a pequeños pellizcos, masticándola muy despacio. A nuestra izquierda se habla de fútbol, a nuestra derecha de cómo tomar la autopista desde la ciudad para así esquivar el atasco seguro de mediodía. Apenas se ha escuchado el nombre de mi padre desde el control, lo han repetido varias veces. Se acerca la enfermera y, sonriendo, le dice: Ya es su turno. Ya es la hora.

Miro alejarse a mi padre hacia el pasillo tintado de verde. Desaparece bajo el rótulo que informa acerca de las precauciones necesarias para entrar en la unidad de radioterapia. La mujer del pañuelo azul me aprieta suavemente la mano y se retira hacia los luminosos ventanales. Lentamente se inclina y apaga el televisor.


  Con este relato volví a escribir, después de muchos años en silencio. Supongo que tenía otras cosas que hacer. El premio obtenido en el Certamen de relato de la UP me dio un empujón y nuevos ánimos.
  Hoy no puedo evitar recordarlo.
  La nieve trae recuerdos y sonidos. Siempre relacionados con la literatura.
  



                                                                     Alix Box
  
  



martes, 25 de noviembre de 2014

VENTANAS CEGADAS







Durante muchos años he estado ciega ante las casas de mis vecinos. No sabía apenas de sus vidas hasta que empecé a sacar fotos de sus casas, sus corrales, sus patios. Las ventanas de las casas deshabitadas en poco se diferencian de aquellas que ocultan la vida y costumbres de sus habitantes. Apenas la pintura de las fachadas de adobe, las cortinas floreadas, los tiestos en las rejas anuncian la cercanía de la gente.
En invierno la aldea se queda casi vacía. Huele a leña de olivo y a frío. El silencio carece de intención, está completamente limpio. 


domingo, 3 de mayo de 2009

ORACIÓN EN COLUMBIA UNIVERSITY



ORACIÓN EN COLUMBIA UNIVERSITY "
Cuaderno de Nueva York
de José Hierro

Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra,
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro Calderon de la Barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua,
el agua sobre todo.

Bendito sea Dios porque inventó el amanecer
y el balido que lo poblaba.
Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía.
El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,
hacía el contrapunto.
Suena el concierto en mi memoria.
O puede que se trate
de una música diferente:
la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada
Federico García Lorca,
y luego aquí, rescatada,
en Columbia University.

Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fria
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estio:
'Venga, a lavarse, coño, guarros'.
Y obedecíamos).


Bendito sea Dios porque inventó la cabra
-la cabra que rifaba por los pueblos-
mucho antes que Pablo Picasso,
con barriga de cesto de mimbre
y tetas como guantes de bronce.
Maldito sea Dios porque inventó el estaño
parpadeante del olivo,
ramas y tronco de Laoconte,
y aquella sombra tragica de catafalco y oro:
un rayo congelado en la mano siniestra
y en la diestra un crepúsculo.
Maldito sea Dios porque inventó a mi padre
colgado de una rama del olivo poco después de recogerse la aceituna.
No puedo perdonárselo.
Pero eso fue mas tarde.

Antes fueron los niños.
Bendito sea Dios que inventó aquellos niños,
vestidos como príncipes o pájaros.
Con voces de cristal, 'Papá', decían a su padre.
Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamas oída,
y su padre correspondía
con vaharadas de ternura.

Maldito sea Dios, porque yo quise
arrezagarme en la ternura
pronunciando la mágica palabra
entonces descubierta. '¿Papá?', 'Mariconadas,
si te la vuelvo a oir te llevas una hostia'.
Bendito sea Dios porque inventó los años,
1970, 1980, 1990...,
inventó el fuego, el oro viejo
de los arces de otoño,
y estos ríos profundos como penas,
largos como el olvido o el recuerdo,
hospitalarios, generosos,
por los que la ciudad va navegando
hasta la mar, que es el morir.

¨¨Bendito sea Dios que inventó libros sabios.
Se daba nombre en ellos
a lo que antes no lo tenia.
Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas
masters, campus con risas y con marihuana,
laboratorios y celebraciones
con cantos en latín, gaudeamus igitur,
todo situado en niveles distintos del tiempo.
Bendito sea Dios que inventó la memoria
y que inventó el silencio de este lugar aséptico,
y las venas metálicas ocultas
en las que el agua espera
unas manos liberadoras que les devuelvan su canción.
Ahora sé que mi padre está vengado.
Mi padre, descolgado del olivo
pronuncia con mis labios las palabras totémicas,
y se estremece este recinto sagrado.

'Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias'.
Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,
se desbordan las aguas que él soñaba
en la choza de adobe y paja,
cantan la gloria de la recuperación,
y mi padre navega por las aguas,
le provoco, gritándole desconsolado.
'iPapá!'. 'Mariconadas', me contesta.
'iPapá!'. Maricona... glu, glu,
ahogado, recuperado,
navegante por los canales de oro, vivo ya para siempre.

martes, 3 de marzo de 2009

UN MILLÓN DE ROSAS



¨¨En una parada de autobús pregunté a una muchacha qué camino debía tomar para llegar a la estación de ferrocarril. Le acompañaré, se ofreció. A pesar de que nos encontrábamos en pleno centro, nos hundíamos en el barro hasta los tobillos. El cielo aparecía nublado y nos azotaban ráfagas de viento.
Donietsk es el centro de la cuenca minera de Ucrania; en algunos barrios, montones de carbón y de escoria se acumulan directamente sobre las calles. Un polvo negro se posa sobre las paredes de las casas, formando oscuros tizones, chorreones plomizos y repugnantes costras bruñidas en las fachadas de kilométricas series de bloques de pisos.
¿Le gusta Donietsk?, me preguntó la muchacha en un tono inseguro. La gente es muy sensible hacia esta clase de cosas, les descorazona oír en respuesta una opinión desfavorable. Febril y diligentemente, me puse a buscar los lados buenos de la ciudad, pero por lo visto no había sabido conferir sinceridad a mi voz, pues cuando terminé de hablar, me respondió con un tono lleno de determinación, hasta de altivez: No obstante, en verano, en nuestra ciudad florecen las rosas. Un millón de rosas. ¿Puede usted imaginárselo? ¡Un millón de rosas!¨¨

Ryszard Kapuscinski. El Imperio.

viernes, 24 de octubre de 2008

CUARTEL DE INVIERNO


Algunas fechas del calendario son puñales cerrados
abriendo la mañana.

Volved
al cuartel de invierno.

Dejad a los muertos sobre la tierra calcinada
y abrazad la tierra viva.

Nunca la nieve dará calor a los recuerdos
sólo su frío
nos hará más vivos.